viernes, noviembre 20, 2009

Trade

Tengo recuerdos vagos del buen Atari 2600, y de cómo era el mundo cuando estaba de moda. Eran tiempos muy curiosos.
Acababa de golpear la crisis de la industria de los videojuegos en 1984, así que todo mundo quería agotar su stock. Eso provocó que llegaran a México olas de juegos de Atari, pues aquí era un mercado fresco.
La consola era relativamente cara, yo supongo que unos 2 mil pesos actuales. Pero los juegos eran baratos.
En ese tiempo no había Internet ni BBS ni revistas especializadas. Así que comprar juegos era un asunto completamente aleatorio. Incluso suponiendo que supieras cuál juego buscabas, lo más probable es que no lo encontraras a la primera y en lugar compraras otro.
Y bueno… el arte del cartucho rara vez era útil para saber de qué se trataba…
* fotos *
Todo mundo tenía una librería de juegos bastante ecléctica, lo que nos llevaba a una comunidad de trueque.
Yo crecí en una unidad de 9 edificios, y muchos vecinos tenían Atari. Así que no era raro que llegara tu vecino (que era un adulto, no un niño) con su colección de juegos, a ver cuáles podían intercambiar.
Y así es que podías conseguir un juego bueno (Pitfall!, Kaboom, Defender, Enduro) y cambiarlo por juegos diferentes y no aburrirte.
Eso, sumado a la interfaz de palanca+1 botón, significaba diversión para toda la familia.
Incluso cuando yo tenía 7 años, en la presentación de mi hermana menor, alguien prendió el Atari. Fue una fiesta grande, y probablemente todos los invitados llegaron a probar suerte en algún juego de Tennis, de Pac-man, o qué sé yo. Y eso que ya estábamos en 1990 y también estaba ahí junto el NES.
Hoy en día nadie tiene una librería muy ecléctica de juegos, y es raro que puedas intercambiar. Todos tienen un Halo. Todos tienen un Call of Duty.
Y lo más grave es que todos los Call of Duty son prácticamente iguales…

miércoles, noviembre 18, 2009

On to uncharted territories

Vienen muchas cosas nuevas y vamos a andar por caminos desconocidos. ¿Qué pasará? No lo sé, pero no puede ser tan malo.

Actualmente las cosas van bien. Tengo un trabajo estable, que es lo que necesito en este momento. También tenemos resueltos algunos detalles, como la casa, que no progresa al ritmo que quisiéramos pero va quedando bien, sin duda.

Este año cerrará con gran tensión, y el próximo con muchos cambios y muchas emociones. Ni siquiera creo que salgamos de casa para cenar en navidad este año, jojo.

Muchas cosas van a suceder, y este espacio por ser público siempre ha tenido un porcentaje elevado de omisiones. Por ahora quizás está bien que permanezca de esa forma…

viernes, noviembre 13, 2009

ID this

No tengo ningún problema con la existencia de la autoridad—sólo con los argumentos ad verecundiam que de ella deriva la gente que no entiende el motivo por el cuál se le ha conferido dicha autoridad.

Llámenme infantil si gustan. Simplemente no lo tolero.

Por ejemplo, la semana pasada olvidé la credencial para entrar al trabajo. En la entrada hay dos vigilantes: uno buen pedo y otro mal pedo. El que es buen pedo nunca la hace de pedo (por eso es buen pedo). Pero el otro es ojete, y siempre pide ver la credencial.

Como sabía que no la traía, lo primero que hice fue checar el reloj. Ya habiendo checado queda grabada mi asistencia y (im)puntualidad.

Una vez ya me regresé al carro por la credencial después de haber checado, pero esta vez de plano sí la dejé en la casa. Me dijo que tenía que traer un papel firmado por el jefe de recursos humanos y la chingada, blah blah blah… desde luego que no.

Como no lo llevé, me dijo en ese tono 100% ipse dixit: mientras yo esté aquí no vuelves a entrar sin credencial.

Yo sé que no tienes la culpa de que tu puesto exija un comportamiento robótico, pero mientras yo trabaje aquí tú no vuelves a ver mi credencial.

Como hoy, que me he pasado de largo. Me llamó desde la caseta de vigilancia y me mostró su credencial, y probablemente dijo “¿tu credencial?”

Yo respondí con un pulgar arriba y seguí mi marcha.

No puedo evitarlo, contrariar a las autoridades pedorras.

lunes, noviembre 09, 2009

Just-as-nonchalantly comeback

Cuando has vivido en una casa toda tu infancia, conoces a todos los vecinos. Sabes quienes son los que pelean en las noches, sabes que no es la última vez que la vecina le lava sus garras mugrosas al vecino, sabes que la hija del otro vecino es una puta (y su madre también—dice la hija), y sabes de quién son esos calzones que el viento se llevó y posó en el pasillo.

Volver al lugar donde ya antes viviste entonces sólo sirve para confirmar tus sospechas. Algunos vecinos también encontraron algo mejor. Y otros se regodearon en las migas dejadas atrás. O decidieron que podían buscar nuevos horizontes sin ir muy lejos.

Mis otrora vecinos de al lado siempre fueron moderadamente molestos. Un par de horas de Leo Dan los domingos, y de Shakira entre semana, no parecía muy grave.

El problema es que los morritos eventualmente crecen e inevitablemente consiguen trabajo. Y dinero. No tengo nada en contra de que se superen.

Pero con un poco más de abundancia, ahora tienen el departamento del otro lado. Lo que significa que se sienten con derecho de aventar fiestas —de auténtico patio de vecindad, con todo y sus pintorescos tendederos de barandal—, y poner las bocinas de su equipo de sonido justo en mi ventana. Y con una frecuencia inusitada. No hay derecho…

Así que la estrategia sugerida por el buen Ratón, desde luego, es una reductio ad absurdum. Después de todo, además de ingeniero soy “músico”, y quizás no escribo sonatas contrapuntales, pero tengo más de 100 watts de poder británico Marshall para la guitarra.

Soy vil, soy despiadado, y además tengo tapones para los oídos.

Y no hay peor martirio que escucharme intentar Eric Johnson, Steve Vai o Joe Satriani. Ah no, sí lo hay: escucharme después de 5 meses sin tocar. No se pierdan la segunda parte, dentro de un par de meses.

viernes, noviembre 06, 2009

It all began…

Todos tenemos en la vida momentos de epifanía, en el que los caminos nos son revelados.

Yo un día iba a jugar Frogger en el Atari 2600, pero digamos que algo falló y el circuito impreso del cartucho se fue hacia adentro del cartucho, impidiendo así conectarlo adecuadamente. Mi papá determinó que debía volarle la tapa para arreglarlo, y yo pensé que habría algo interesante dentro.

Pero nop. Nil. Nada. Zilch.

Ni siquiera había un chip (un DIP, que era la usanza; o vernáculo cucarachita), apenas una plasta de epoxy.

En ese momento supe que tenía que aprender a hacer videojuegos.

Han pasado más de 20 años desde eso (a lo más tenía 4 años). No estoy haciendo videojuegos pero realmente programar en general es lo mío y lo estoy haciendo, y me pagan.

¿Por qué no he hecho uno? Porque soy un fiasco dibujando. ¿A alguien le interesa diseñar mapas y personajes para un ratavideojuego?