viernes, noviembre 13, 2009

ID this

No tengo ningún problema con la existencia de la autoridad—sólo con los argumentos ad verecundiam que de ella deriva la gente que no entiende el motivo por el cuál se le ha conferido dicha autoridad.

Llámenme infantil si gustan. Simplemente no lo tolero.

Por ejemplo, la semana pasada olvidé la credencial para entrar al trabajo. En la entrada hay dos vigilantes: uno buen pedo y otro mal pedo. El que es buen pedo nunca la hace de pedo (por eso es buen pedo). Pero el otro es ojete, y siempre pide ver la credencial.

Como sabía que no la traía, lo primero que hice fue checar el reloj. Ya habiendo checado queda grabada mi asistencia y (im)puntualidad.

Una vez ya me regresé al carro por la credencial después de haber checado, pero esta vez de plano sí la dejé en la casa. Me dijo que tenía que traer un papel firmado por el jefe de recursos humanos y la chingada, blah blah blah… desde luego que no.

Como no lo llevé, me dijo en ese tono 100% ipse dixit: mientras yo esté aquí no vuelves a entrar sin credencial.

Yo sé que no tienes la culpa de que tu puesto exija un comportamiento robótico, pero mientras yo trabaje aquí tú no vuelves a ver mi credencial.

Como hoy, que me he pasado de largo. Me llamó desde la caseta de vigilancia y me mostró su credencial, y probablemente dijo “¿tu credencial?”

Yo respondí con un pulgar arriba y seguí mi marcha.

No puedo evitarlo, contrariar a las autoridades pedorras.

1 comentario:

  1. A huevo! Así se debe de hacer. Me avisas cuando te rompa las piernas.

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