jueves, marzo 19, 2009

Elektronika

¡Argh! Hay cosas que uno detesta en este mundo. Yo pertenezco al club de “odio la música electrónica”. En sí no es que odie la música producida por medios electrónicos, sino que odio el concepto que actualmente existe.

La música electrónica es aquella música generada directamente por señales electromagnéticas; a diferencia, por ejemplo, de la música creada por medios acústicos. Existen instrumentos completamente electrónicos como el piano Hammond, el ondés Martinot y el theremin, y todos son tan electrónicos que requieren corriente y una bocina para funcionar.

Pero el concepto que se maneja actualmente de música electrónica es música generada por computadora. Esto también está bien, no tengo problemas con ello. Ya sea que se trate de algún modelo matemático o incluso un sampler, está bien y tiene su mérito.

El factor #1 que me enferma es el hecho de que las composiciones sean estúpidamente infantiles. Hay una escena de música electrónica con base principalmente en Europa donde las composiciones son sencillas, claro, porque están limitadas a la generación de música con el famoso chip SID de la Commodore C64. Y son inevitablemente sencillas, pero tienen mérito porque son tan complicadas como pueden ser. En cambio estos beats puériles de los que hablo ocupan herramientas de capacidad casi infinita... y terminan haciendo melodías que se sonrojarían ante cualquier música de Atari 2600.

Otro factor enfermizo es que la gente que hace esto se atreva a presentarse “en vivo”, ¡pfffft! Dado que la ejecución de la pieza no requiere de ninguna habilidad de parte del “ejecutante”, la presentación se convierte en algo tan relevante como ver al Banda poner videos en YouTube, o a tu papá cambiándole a la tele.

La única manera de que me convencieran es si de verdad requirieran alguna habilidad. No digo que sea fácil, ni tampoco digo que cualquiera puede hacerlo. Pero finalmente pagar por ver a cuatro monos poner una animación en flash y esperar a que termine es tan relevante como pagar por verme programar o por verme fumar un cigarro. Es más, probablemente sea más divertido pagar por verme jugar nintendo, pues por lo menos digo un chingo de jaladas y juego con una mano mientras me rasco la cabeza o cosas así. Esto realmente reduce a los “músicos” electrónicos al mismo estatus de fraude que un circo de pulgas sin maestro de ceremonias que te explique qué sucede.

Así que anuncio mi retirada del club de odiadores de la música electrónica. Después de todo, los que hacen esto que dije no son músicos en absoluto (quizás lo sean fuera del escenario), y lo que he descrito difícilmente puede llamarse... música.

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