domingo, agosto 14, 2005

Diálogos rotos

¿Por qué me llamas y no me dices nada? No sé si tomarlo como una ofensa, una muestra pasiva de insolencia y condescendencia, no como quien me apunta con un arma, más como quien afila frente a mi la hoja de su guillotina personal cuyos destellos llevan mi nombre. Si lo que extraño de ti no es tu bella voz, son las palabras que lleva consigo. Si lo que extraño de ti no es tu cuerpo, sino la forma en que me seduces, a veces agresiva y sin pedir permiso, a veces con mirada de "tómame, soy tuya"... y a veces con un rostro de completa indiferencia, pero con el cuerpo ardiendo, esperando a que un roce de mi mano haga que todo hierva y se derrita, tomándome de pretexto. Y sabes que no puedes pasar mucho tiempo al teléfono, y te lo gastas en mostrarme cosas que no puedo ver y apenas puedo imaginar. Tal vez porque quisieras que estuviera ahí contigo para verlas, o porque sabes que yo ahí quisiera estar, o por ambas. Y pareces ignorar (o no querer concederme) que la duda mata y la incertidumbre remata. No accedes a un "sí" o a un "no". Y cortas, así, sin más. Y una parte de mí me dice que lo haces por la misma razón que le untas vapo-rub en la nariz al gato. Y la otra me dice que callas por el mismo motivo que no te pido que lo digas. Tanto por decir... y ningún lugar por dónde comenzar. Esta vida para mí se ha vuelto un juego de ensayo y error, donde doy un paso y pasan incluso semanas de agonizante incertidumbre. Porque cuando no estamos a solas no podemos conversar. Y cuando estamos a solas queremos todo menos conversar. Espero que entiendas que mis renovados besos son aserción de un sentimiento que no he confesado, y no son un juego. Y que doquiera que voy sin ti no hago más que hablar de ti.

1 comentario: